jueves, 20 de junio de 2019

Epitafio para el Wiki (16/12/2008 - 19/06/2019)


Wiki perro, fuiste el testigo más fiel del arduo trabajo digital de tu prójimo amo, compañero entrañable de caminatas diarias, de piruetas mareadoras laboriosamente autistas, todas sobre tu propio eje. Un sujeto de piel de elefante y cola de hipopótamo que si a alguien hiciste algún mal, lo hiciste sin saberlo. Amante de perseguir urracas, que de 5 millones y medio de intentos, lograste de por vida tan solo dos capturas. Azote efectivo de ''zorros'' y de tlacuaches.  Conato de can que de pliegues los tenías todos, el ardor te gobernó hasta la sangre y de por vida por un hongo perverso y crónico que afiladas garras nunca apaciguaron. Muros y chaflanes bien perfilados dejas por rascarte hasta la médula y que hoy se reivindican a la posteridad para, sobre toda añoranza,  tenerte a ti en el pensamiento. Te nos fuiste al amanecer de cualquier día, que al llamado al asfalto tibio para la caminata cotidiana, tu ausencia fue instantánea al no advertirse ni tu trompa, ni tu arruga colgante ni tus garras golpeteando la loseta. Buen día no lo fue desde un principio, lo fue más tarde al sentirte en paz con tu partida. Vuelas ya en las alturas donde a  istmo de fauce tendrás cientos de urracas, libre ya de comezón y repleto de sabiduría canina, gran Wiki querido, gracias por tu compañia.

Rodrigo Antonio......






Mozart - Piano Concerto No. 21, K.467 / Yeol Eum Son

sábado, 11 de mayo de 2019

Los Menéndez de Yucatán....

Miércoles 12 de mayo de 1869, Puerto Sisal, Yucatán: Atraca la goleta Isabelita proveniente de La Habana.





Los Menéndez de Yucatán.....

Se cumple este 12 de mayo el sesquicentenario (1869 - 2019) de la llegada  al puerto de Sisal, Yucatán, México, de los hermanos Menéndez De la Peña, Rodolfo y Antonio, y de la esposa de este último, Ángela González Benítez, a bordo de la goleta Isabelita. 


Habían zarpado en el velero del puerto de La Habana el 10 de mayo escapando a la acción de las autoridades españolas que los acosaban por su vínculo con los independentistas cubanos, convocados  en 1868 por Carlos Manuel de Céspedes al grito de ¡"Independencia y Libertad"! (el llamado Grito de Yara) que propiamente inició la Guerra de los Diez Años, misma que fue insuficiente para liberar a la isla del imperio al que estaba sujeta.

Hicieron la travesía con un grupo encabezado por sus abuelos maternos, José Antonio De la Peña y Múgica y Antonia Pérez de De la Peña. Venía también la hermana, Sofía Menéndez De la Peña, que habría de fallecer enferma de tuberculosis unos cuantos años después en la ciudad de Mérida. Antonio Menéndez, el mayor de los hermanos, había contraído nupcias el 30 de abril de 1869, días antes del viaje, con Ángela González. Todos ellos, con unas quince personas más, miembros de la familia De la Peña, cruzaron esa ocasión el Canal de Yucatán tomando rumbo al Suroeste con la intención de iniciar una nueva vida. 

Rodolfo Ménendez nos relata acerca del viaje en sus notas biográficas, escritas en 1908. Cuenta cómo el azar determinó el destino de la familia: el abuelo quien pagó el viaje a todos, había considerado en sus planes de huida dirigirse al Canadá, pero en la búsqueda del barco que los hubiera trasladado al puerto de Halifax se topó con un doctor, Méndez de apellido, yucateco de origen, que lo convenció con diversos argumentos de que deberían encaminarse hacia la cercana península.  "A poca distancia de Cuba -le dijo-, hay un país, sano, bueno y hospitalario: la vida allí es barata, la gente sencilla y laboriosa. En ninguna parte pueden estar mejor que allí. Ese país es mi patria, Yucatán. La Isabelita es una goleta que hace viajes a Sisal: está hoy en puerto, pues llegó ayer; si usted quiere, puede fletarla, ahí cabe perfectamente toda la familia. En Yucatán estarán como en su propia tierra y a un grito de Cuba. Allí hay varios cubanos y han sido muy bien recibidos. Más aun -agregó- "mi hermano Terencio les recibirá a ustedes y les ayudará en todo cuanto sea necesario". El abuelo recapacitó y cambió el rumbo de la fuga familiar..... y al hacerlo, el destino vital de todos sus acompañantes.... Dio pábulo así a las generaciones de Menéndez, los de Yucatán, que los sucedieron. Ya han transcurrido seis de ellas y corre la séptima con el nombre y los genes, cada vez más diluidos es cierto, de quienes llegaron aquel día a la costa yucateca, hace ciento cincuenta años.


Podemos imaginar la expectativa y la incertidumbre que reinó al momento de la llegada de aquel grupo de cubanos descendientes de españoles. Abuelo y abuela al frente de una larga prole de más de veinte personas que incluía a un pequeño de un año de edad, adentrándose en un territorio ignoto para ellos. Podemos sentir cómo esa incertidumbre se fue instalando en el ánimo de los protagonistas al descubrir que  en aquel entonces (1869) Yucatán estaba sumido en las tensiones de la  Guerra de Castas  iniciada hacía doce años  (no terminaría sino hasta empezado el siglo XX).  Podemos percatarnos, en fin, del desasosiego de los recién llegados cuando descubrieron que bajo la gubernatura de José Apolinar Cepeda Peraza, hermano del general Manuel Cepeda Peraza quien acababa de morir después de haber restaurado la república juarista en la península al derrotar por las armas a las fuerzas militares del segundo imperio mexicano, se manifestaba clara una crisis política que mantenía los ánimos públicos crispados, por decir lo menos, en medio de una severa atonía económica. Todo ello lleva en suma a pensar que nuestros antepasados, a su arribo a la nueva patria tuvieron seguramente un recibimiento muy diferente al que el señor Méndez les había augurado como cierto y seguro en La Habana, unos cuantos días antes. Debieron sin duda pasar por tiempos difíciles.


Al pisar tierra peninsular el grupo se dispersó. Los hermanos varones Menéndez De la Peña, con Ángela, mujer de Antonio, llegaron a Mérida, la capital del estado, y decidieron mientras se daban a conocer como lo que eran, maestros titulados de primera instrucción, iniciar un pequeño negocio de tabaco en el que tenían alguna experiencia por haber trabajado en ello en San Juan de los Remedios, su tierra natal. Se instalaron en un local, ahí entre la esquina de La Tucha y La Tortuga. "Eso daba poco. No encontrábamos trabajo y como nadie nos conocía y la situación financiera del país era muy difícil, parecía segura nuestra ruina", refiere Rodolfo en sus memorias. Así habrán mal pasado nuestros personajes sus primeros tiempos en la tierra de su adopción. El menor de los Menéndez, Rodolfo, confiesa que se desesperó y decidió volver a Cuba unos cuantos meses después de haber salido, con la intención de reincorporarse a la lucha libertaria. No regresaría a Yucatán sino hasta 1873, cuatro años después, al verse amedrentado por las circunstancias más adversas que encontró en la isla y frustrado por la esterilidad de los esfuerzos empeñados.

Se reencontraron por fin los hermanos Menéndez De la Peña en Valladolid, una de las ciudades de Yucatán en las que se vivió de forma más cruenta y con mayor intensidad el conflicto social que representó la Guerra de Castas, y donde ya para entonces vivían Antonio y Ángela, ejerciendo ambos su profesión, enseñando a leer y a escribir a la niñez maya del oriente del estado y siendo ella la directora de la escuela para señoritas La Esperanza. Un poco antes, en una escala de su periplo yucateco, viviendo en Tixkokob, habían nacido sus primeros hijos... ya mecían la cuna de su descendencia en el Mayab, lo que desde luego les daba carta de naturalidad en su nueva patria. Rodolfo, en 1875 encontró compañera ahí mismo, en Valladolid: Flora Mena y tendrían su primera hija, Libertad, que nació en esa ciudad oriental.  Las dos familias encontrarían hacia 1878 un proyecto más integral en Izamal decidiendo mudarse a esa "ciudad de los cerros", donde nacerían otros de sus hijos.  Retornaba la certidumbre y la estabilidad al ánimo de los nuevos yucatecos. A partir de entonces sintieron definido, ya para siempre y hasta sus respectivas muertes, el proyecto común de altruismo y el trayecto inmutable como pedagogos y servidores de la instrucción pública que los animó hasta convertirse en Yucatán, cada uno de ellos, por su propio mérito, en faros de luz y sabiduría, proyectándose desde la humildad de sus respectivas vidas hasta la eternidad de la gratitud yucateca que 150 años después de su llegada les sigue rindiendo homenaje. 

Los hijos de Antonio y de Ángela fueron: Yara, Carlos, Bolivia, Sofía, Antonio, Antonio (2), Óscar.

Los hijos de Rodolfo, quien tuvo dos matrimonios, el primero con Flora Mena Osorio, vallisoletana, fueron: Libertad, Rodolfo; Conrado, Conrado (2), Hidalgo, Estrella, Américo, Flora, Héctor e Iván. Tras el fallecimiento de Flora Mena en 1901,  Rodolfo volvió a casarse en 1903 con Nemesia Rodríguez y Castillo, originaria de Sotuta, con la que procreó tres hijas: Corina, Cordelia y Leticia.



A esta fecha, todas las personas señaladas anteriormente, primera generación de los Menéndez de Yucatán, han fallecido. Están en el reino de los vivos 6 generaciones descendientes de aquellos mencionados y de los aguerridos que llegaron en la goleta Isabelita en 1869 un día de mayo, como hoy, para transmitirnos sus genes y ofrecernos su ejemplo que admiramos.



En memoria de mis bisabuelos a quienes me enseñaron a querer y a respetar, sin haberlos conocido, escribo esta nota como homenaje y recordatorio de la efeméride familiar en este 150 aniversario de su llegada a nuestra tierra: Yucatán.


Rodolfo Antonio Menéndez Menéndez.




viernes, 6 de julio de 2018

Tercer aniversario de La Jornada Maya


Tres venturosos años para el periodismo peninsular se cumplen ya desde que La Jornada inaugurara su presencia dedicada a la península yucateca, ámbito tradicionalmente lleno de letras y de letras combativas, que supieron en su tiempo permear y guiar a nuestra sociedad. Y digo venturosos porque el aporte del ágil, veraz e independiente periodismo que nos ha traído La Jornada Maya, es hoy indubitablemente el mejor ejemplo local del deber ser en la presentación de las noticias cotidianas.

Quienes llevamos en la sangre, en el ADN diríase, el quehacer periodístico, podemos afirmar categóricamente que, en solo tres años de presencia peninsular, La Jornada Maya ha podido establecer la marca de la excelencia en la región. Hoy, tras no pocos esfuerzos de toda laya, desde los económicos hasta los técnicos, el diario acontecer de Yucatán, del país y del mundo, se ve reflejado de forma inmejorable en las páginas del rotativo.

Hago votos fervientes y entusiastas por que continúe La Jornada Maya arraigándose en esta nuestra sitibunda tierra y nutriéndose como las raíces de la ceiba secular, en lo profundo del roquedal querido. Aquí apreciamos la flor y el fruto de su gallardía periodística.

¡Enhorabuena!

Rodolfo Menéndez y Menéndez.
Mérida, Yucatán, julio de 2018.

lunes, 9 de abril de 2018

Un río llamado Grijalva



1518 - 2018


Hace quinientos años, el 8 de junio de 1518, un mozalbete forastero de 28 años le puso Grijalva, su apellido, a uno de los grandes ríos de Mesoamérica y ... el río que los mayas chontales de la región llamaron antes Tabasco sigue llamándose así: Grijalva. Esta es la historia.


Se cumple el medio milenio de que Juan de Grijalva, conquistador español, castellano de la provincia de Segovia, nacido en Cuéllar en 1490, pusiera su apellido para nombrar al caudaloso río en el que se internó navegándolo en su bergantín aquel día, cerca del comienzo del verano de 1518. Poco antes, este joven había sido comisionado por su tío Diego Velázquez, entonces gobernador de la isla de Cuba, para encabezar la segunda expedición hacia Yucatán que los españoles recién llegados a América creían región insular,

La expedición que contó con 4 embarcaciones y 240 hombres había salido casi cinco meses antes, en enero de ese mismo año, de la población de Santiago en el extremo oriental de Cuba, para una nueva exploración de la entonces ignota (para ellos) península de Yucatán, cuya guerra de conquista estaba lejos de iniciarse.

Realizó primero un rodeo insular deteniéndose en Matanzas unas semanas seguramente para avituallarse y cruzar después el canal que conecta el mar Caribe al Golfo de México y hacer una escala en la isla de Cozumel en donde permaneció hasta el mes de mayo, tiempo suficiente para que se diera nombre al lugar: Santa Cruz de Puerta Latina y para que Juan Díaz, el capellán y relator que había designado el tío Diego para la expedición, dijera la primera misa católica en la historia de lo que ahora es México. Era el 3 de mayo de 1518.

Ya con los calores primaverales retomaron su rumbo los expedicionarios hacia el norte, creyendo navegar entre dos islas, para seguir el litoral yucateco y repetir el recorrido que un año antes, durante los primeros meses de 1517, había realizado Francisco Hernández de Córdoba, al que el mundo contemporáneo quiso atribuir el mal llamado "descubrimiento" de Yucatán. Este, Hernández de Córdoba, tuvo que regresar a Cuba después de una fiera escaramuza con los putunes o cohuoes (etnia chontal maya) de la que salió malherido en la población de Chakán Putum (hoy Champotón, Campeche, México). Moriría poco tiempo después a consecuencia de las heridas recibidas en aquella para ellos desafortunada escala de la expedición de 1517.

En esta segunda expedición al Yucatán ordenada por Velázquez (habría una tercera, la de Hernán Cortés), Juan de Grijalva, nuestro explorador cuellarano correría suerte distinta a la de su antecesor. Había prometido al tío que le confió el mando de la expedición colonizar tierras y establecer base en el territorio. Debía arriesgarse. A sabiendas, tuvo la osadía de volver a hacer un alto en su camino en la población llamada por ellos mismos ''de la mala pelea'', Chakán Putum, en la región de los aguerridos putunes, precisamente donde hirieron de muerte al capitán de la primera expedición.

Volvieron a enfrentarse mayas contra foráneos como el año precedente lo habían hecho, llevando en esta ocasión la peor parte  los de casa. Mataron al batab (jefe) maya y aunque Grijalva  también resultó  herido por flecha, perdiendo en la pelea dos de sus dientes, pudo recuperarse y continuar su correría rumbo al destino que la historia le tenía reservado. Siguieron pues, él y los suyos, navegando rumbo al sur-poniente hasta alcanzar la laguna de Términos haciendo escala en lo que es hoy isla del Carmen. "Términos" fue el nombre que acuñó para la gran aguada Antón de Alaminos, piloto de la expedición -lo fue también en la expedición de Hernández de Córdoba y lo sería en 1519 con el propio Cortés-, quien sostenía la idea de la insularidad de Yucatán y que supuso en aquel entonces, al internarse en la laguna, que ahí terminaba la isla.

Cuenta Juan Díaz, el capellán relator, en su "Itinerario de la Armada", en que narra los acontecimientos que vivieron, que en esa escala de la expedición se extravió en la isla a la que descendieron en busca de agua dulce y víveres, una lebrela (galgo hembra) que les acompañaba precisamente para cobrar piezas de cacería como venados y conejos. El animal había desembarcado con algunos de los expedicionarios perdiéndose en su incursión, teniendo que partir sus amos se fueron sin ella, abandonándola. Lo curioso del caso es que un año después, uno de los barcos de la expedición de 1519 que encabezaba Cortés, encontró a la lebrela cuando, obligados por un mal tiempo, tuvieron los tripulantes que recalar en la isla. Parece que el animal dio muestras de gran júbilo, ladrando y correteando sin cesar, al ver la embarcación parecida a la que la había abandonado, facilitando así su inusitado e improbable rescate.

Poco después del deplorable abandono de la lebrela llegaron los expedicionarios a la región de Centla. Desde el mar pudieron divisar la desembocadura impresionante del gran río. Así lo relata Díaz:

"Comenzamos a 8 días del mes de junio de 1518 y yendo la armada por la costa, unas seis millas apartada de tierra, vimos una corriente de agua muy grande que salía de un río principal, el que arrojaba agua dulce cosa de seis millas mar adentro. Y con esa corriente no pudimos entrar por el dicho río, al que pusimos por nombre el río de Grijalva. Nos iban siguiendo más de dos mil indios y nos hacían señales de guerra, este río viene de unas sierras muy altas y esta tierra parece ser la mejor que el sol alumbra; si se ha de poblar más, es preciso que se haga un pueblo muy principal: llámase esta provincia Potonchán."

Juan de Grijalva decidió internarse por el caudaloso río luchando contra corriente hasta la población de Potonchán, lográndolo. Se entrevistó ahí con el gobernador maya (el Halach Uinik) con el que intercambió regalos sin entrar en mayores conflictos con la población que miraba expectante a los visitantes. Fue en este encuentro cuando los españoles obtuvieron los primeros informes del imperio azteca situado según los informantes al occidente de aquellos parajes, en el altiplano: "¡Colua Mexica!" contestaban los lugareños cuando los expedicionarios preguntaban por el oro contenido en algunos de los presentes que se les ofrecieron.

Así pudieron los recién llegados constatar la importancia del río y el valor estratégico del sitio. Un año después, en 1519, llegó navegando al mismo lugar Hernán Cortés quien fue recibido con abierta hostilidad por los habitantes. Se enfrascaron entonces en una fragorosa batalla, la renombrada batalla de Centla, de la que salieron vencedores los españoles, hecho que permitió fundar la primera población de la Nueva España: Santa María de la Victoria. La conquista de México había empezado.

Pero regresemos a la expedición de Grijalva para concluir nuestra historia. Reconocido el gran río y habiéndolo bautizado entre ese pequeño grupo de exploradores con el nombre del jefe siguieron su ruta por el litoral hacia lo que hoy es Veracruz. La imaginación de Grijalva era modesta: al lugar en que hicieron escala le dio su nombre de pila: Juan... bueno el de su santo patrono: San Juan, San Juan de Ulúa, esto último fue una concesión graciosa a los lugareños que llamaban a esa pequeña isla Kulúa.

Un poco más se extendió la expedición de las huestes de Grijalva. Llegó hasta la desembocadura del Pánuco más al norte. En ese punto se decidiría el retorno de la expedición a Cuba. Tenía Grijalva suficientes cosas para contarle al tío... Cuando finalmente arribó a la isla se percató para su desventura que el tío lo que menos quería eran cuentos. Por los que él pudo hacer solo recibió frialdad del pariente poderoso y desde luego su enorme enojo y desprecio. ¡Ninguna nueva posesión para la corona, ningún asentamiento prometedor, nada material! Puro cuento. Grijalva fue destituido como comandante y reemplazado por don Hernán Cortés, quien tendría a su cargo una nueva expedición: la tercera, la vencida.

Juan de Grijalva, desilusionado, golpeado su fuero interno por su suerte y por la codicia de sus compatriotas, emprendería años más tarde dos nuevas exploraciones: una en el litoral del Golfo de México y la Florida acompañando a Francisco de Garay y la otra, en 1527, en la que se unió a Pedrarías Dávila para conquistar Honduras y Nicaragua y que se convirtió en su tumba, ya que en esos lares fue muerto a manos de los nativos y sus restos se perdieron en la naturaleza que vino a conocer.

No sé si para amainar su desilusión el joven Grijalva pensó algún día en que el desagrado del tío, su destitución y la amargura que le produjo la falta de reconocimiento a lo que había logrado, serían compensados por la historia que seguiría, más generosa para con su persona, su nombre y su estirpe. Prueba de esa generosidad histórica es el hecho de que quinientos años después de los acontecimientos aquí relatados seguimos hablando de esa odisea en tierras mexicanas y de que su marca personal, el nombre de su familia, a pesar de todo, a pesar del mismo proceso arbitrario y feroz usado por él y por los suyos para despojar a los lugareños de cuanto patrimonio tenían, hasta del inmaterial, su nombre, decía, el de Grijalva, sigue siendo usado para mentar al majestuso caudal que surge de las mismas cimas cuchimatanas en Guatemala, de las que los propios mayas surgieron y donde se consolidaron lingüísticamente antes de dispersarse y florecer como lo hicieron por los confines mesoamericanos, al través de muchos, muchísimos siglos antes de la llegada de los europeos. Hoy y aquí así es: el nombre es río Grijalva y no río Tabasco como debería ser.

Rodolfo Antonio Menéndez.
Mérida, Yucatán, 2018.



domingo, 30 de abril de 2017

Nació mi sexto nietecito: Silvio.


En Mérida, Yucatán, el 30 de abril, a las 17:15 horas. La vida nos sonríe. Gracias.

Nació Silvio.  Hermanito de Marcelo y de Bruno. Ya son tres varones Sosa Menéndez.




...y cuando llegó a casa lo recibió Marcelo, su hermano mayor... y le dio un beso y..  nombre...
Testigo de esto fue la Chucha.... véanlo si no.


Los tres varones contentos... ya son uno...
¡Que así se enfrenten a la vida!

miércoles, 29 de marzo de 2017

Antonio Ménendez De la Peña, maestro de Yucatán.


Antonio Menéndez de la Peña.jpg

 (30 de marzo de 1845 - 16 de octubre de 1912)
 

Fue un pedagogo mexicano de origen cubano, nacido en San Juan de los Remedios, en 1845. Exiliado de su país en 1869 con motivo de la guerra de independencia cubana, llegó a Yucatán a bordo de la goleta Isabelita con varios familiares, entre ellos su joven esposa,  Ángela González Benítez  y su hermano, el también maestro Rodolfo Menéndez de la Peña,  para dedicar su vida a la instrucción del pueblo yucateco, particularmente del pueblo maya. Nunca regresó a su patria de origen, obteniendo la nacionalidad mexicana en 1872. Murió en Izamal, Yucatán en 1912, a los 67 años de edad.

Ejerció una gran influencia en su medio y,  junto con su hermano Rodolfo, fue tronco de una familia -verdadera dinastía- muy conocida en la esfera intelectual de Yucatán. La aportación de sus integrantes, descendientes de tal tronco fraternal, ha sido en efecto significativa en México en el campo de las letras, la pedagogía y el periodismo. Destacan entre ellos su hijo el periodista Carlos R. Menéndez González, fundador del hoy Diario de Yucatán y sus nietos, también periodistas, Abel Menéndez Romero, Mario Menéndez Romero, Gabriel Antonio Menéndez Reyes y Miguel Ángel Menéndez Reyes, este último premio nacional de literatura de su país en 1940 por su novela Nayar.

Nota necrológica:
 La Revista de Yucatán, periódico de la época, precursor del actual Diario de Yucatán, que era dirigido por Carlos R. Menéndez González, publicó la siguiente nota el 18 de octubre de 1912:

Un triste acontecimiento.
________
La causa de la enseñanza está en duelo.
_______

En la media noche, cuando estábamos consagrados a la labor cotidiana de la formación de este número de LA REVISTA DE YUCATÁN, fuimos dolorosamente sorprendidos por la triste y lamentable noticia que nos trasmitió el telégrafo relativa al fallecimiento ocurrido en la ciudad de Izamal del Sr. D. Antonio Menéndez de la Peña, padre de nuestro muy querido Director, quien ayer mismo se ausentó a bordo del vapor americano, con el objeto de asistir al próximo Congreso de Periodistas, según en otro lugar se comunica a nuestros lectores.
La luctuosa nueva que hoy tenemos la honda pena de dar a la publicidad, ha de producir seguramente una penosa impresión en un gran número de yucatecos, entre los cuales el Sr. Menéndez y otros miembros de su distinguida familia, gozan de muy alta y merecida estimación, por las relevantes prendas que los distinguen. El honorable caballero que acaba de dejar de existir, vio la primera luz, en la Perla de las Antillas y era vástago de una familia asturiana, enlazada en la Isla de Cuba con la familia de la Peña, que se cubrió de justo renombre por su ilustración y por su patriotismo, desde que a mediados de la pasada centuria nuestros hermanos de Cuba hacían titánicos esfuerzos por la conquista de su Independencia. Los tumultuosos azares de aquella lucha inolvidable, trajeron a nuestras playas entre un buen número de inmigrantes utilísimos a la respetable familia Menéndez que encontró otra Patria en esta Península, en la que no le faltó el calor de nuevos y verdaderos afectos, que pudieron hacerle menos duro el pan amargo del destierro. Aquí fue en donde el Sr. D. Antonio Menéndez, constituyó un hogar en el cual la riqueza nunca asentó su trono, pero en el que la honradez nunca dejó de tener un perfumado altar en el cual brilló siempre la lámpara votiva y se esparcieron flores nunca marchitas. Fue el Sr. Menéndez un infatigable apóstol de la civilización, pues a la enseñanza de la niñez consagró sus mejores energías habiéndose distinguido en el Magisterio, no solamente en la ciudad de Mérida, sino en otras poblaciones entre las que podemos citar las de Progreso, Tixkokob e Izamal, en donde han quedado millares de huérfanos de la inteligencia, en virtud de la triste nota que hoy comunicamos.
La mayor parte de la vida de D. Antonio Menéndez de la Peña, puede decirse que fue una respuesta a la final impetración del inmortal poeta y filósofo germano que cerró los ojos para siempre, teniendo en los labios la palabra ¡luz!, pues desde la temprana juventud cuando dicho Sr. Menéndez acababa de llegar a este suelo, ofició en el templo del saber hasta hace muy poco, cuando ya la venerable ancianidad blanqueaba sus cabellos, quebrantaba su salud y agotaba sus energías. Nosotros que tuvimos el honor de tratarlo, fuimos admiradores de su vasta instrucción, de su invencible modestia, de su tenaz laboriosidad y de su acendrado amor para su familia, toda la cual latía en él y con él, como con un mismo corazón. En estos momentos de amargura, no podemos menos de tributar un sentido y sincero homenaje de respeto y de cariño, al padre modelo y ciudadano intachable, para quien se ha abierto una tumba en esta tierra que fue para él tan amada y en cuyo servicio pasó su existencia casi entera. Su alma clara y generosa, vuelve a la Infinita Llama de donde tuvo su principio y deja en este valle de lágrimas, un ejemplo que imitar y un recto sendero que seguir.
Hacemos presentes nuestras muy afectuosas frases de cordial condolencia a los numerosos deudos del eterno ausente, entre los que se sabe se cuentan, la respetable viuda Sra. Da. Ángela González Benitez, nuestro Director, D. Carlos R. Menéndez, el distinguido escritor y educador D. Rodolfo Menéndez de la Peña, hermano del finado, el ilustrado abogado D. Rodolfo Menéndez Mena, y muchos otros, en cuyos hogares, la Parca inexorable, hoy hace correr abundantes lágrimas y ha prendido el fúnebre crespón.

 Mérida, Yucatán, octubre de 1912.

Referencia hemerográfica: Revista de Yucatán, 18 de octubre de 1912
Biblioteca Carlos R. Menéndez
Mérida, Yucatán, México